
Viento Sur, nº 165, 2019, pp. 52-59.
El elemento común a las aportaciones más ambiciosas de la teoría ecosocialista reciente es su deseo de deshacerse del complejo de culpa que habría atravesado a generaciones anteriores de esa tradición de pensamiento crítico. En la interpretación propuesta por autores como John Bellamy Foster o Paul Burkett, el surgimiento del ecosocialismo habría consistido en una rectificación de las inercias productivistas que atravesaban la obra de Marx. Las primeras formulaciones del ecosocialismo intentaron generar una síntesis virtuosa entre la crítica de la economía política y la ecología política. Pero el hecho de que se tratara de una síntesis evidenciaba de partida la relación de relativa ajenidad entre el marxismo y la ecología. El materialismo histórico debía pasar por un colador verde que retuviera sus grumos productivistas, así como su pretensión de dominar las relaciones entre el ser humano y la naturaleza. Por el contrario, Foster y Burkett, así como el académico japonés Kohei Saito, cuyos trabajos han sido difundidos en el espacio editorial de la Monthly Review, apuestan por situar la ecología en el corazón de la crítica marxiana. Tomando este punto de partida, el artículo analiza algunas de las contribuciones más relevantes del ecomarxismo en el contexto de la crisis ecosocial en curso.
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